La historia de Adriana D. terminó al aventarse de un puente de 30 metros a los 24 años y siendo madre de un pequeño de 4. La decisión de hacerlo surgió al ser víctima de trata de personas, en 4 ocasiones fue detenida por “ofrecer servicios sexuales” cuando en realidad atrás de ella había un padrote que la explotaba desde los 16 años. Las autoridades españolas tuvieron 4 veces la oportunidad de ayudarla, pero no supieron identificarla, pero sí criminalizarla. El desconocimiento de cómo opera este delito ha llevado a mujeres a cometer suicidio.
Hace algunos días el FBI en el operativo “Cross Country”, en el que se rescataron a 84 niñas y niños, víctimas de este terrible delito, además de lograr la detención de 120 traficantes. Impresionante la cantidad de víctimas rescatadas, así como la traficantes, sin embargo esto sólo es el comienzo de un largo camino en el que los menores rescatados tendrán que andar.
A diferencia de los traumas sufridos como víctimas de diferentes delitos, quienes transitan a través de la trata de personas padecen trastornos profundos que les toma años entender y superar. La atención que se les debe brindar no debe ser transitoria, como si se tratara de una herida superficial, sino que se trata de una cirugía mayor en la que el tiempo de recuperación toma mucho tiempo.
Los refugios que atienden a víctimas de este delito, no solo las protegen, alimentan, y cuidan por algunos meses; sino que las adoptan hasta que se logra una reintegración completa a la sociedad.
Casos como los de Madai Morales, Neli Delgado, Karla Jacinto, son ejemplos del éxito que se puede lograr con personas que han transitado a través de este deleznable delito. Cualquiera de ellas pudo terminar como Adriana D., sin embargo son la otra cara de la moneda.
Es triste la historia Adriana y cuántas “adrianas” hay aún en las calles que están tratando de salir del yugo de la trata.
La tarea es extensa, aún falta atender a niños y varones a largo plazo que están siendo rescatados. En nuestro país no existe un refugio para atenderlos.

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